15 de abril de 2009

Chau

Ya no quiero pensar como me visto, como hablo, que digo, como me pinto, adonde voy, como miro…
Ya no quiero ser ocurrente, hacer un comentario a la medida de la circunstancia, montar la puesta para ser esa chica como pocas que siempre quiero ser.
Ya no quiero pasar una semana sin ponerme a escribir porque todo es inmundo, y esa mierda de la inspiración, y el cansancio y cuánta cosa...

Me harté. A pesar de su complejo de burgués, mi corazón también está limpio. Limpio de especulaciones, porque él sólo fluye con el día a día.

Ya no quiero ser el amor de la vida de alguien, vestirme de fiesta para ir de rumba, regalarle mi mejor sonrisa para que él sólo me de a cambio una mirada indiferente (y soberbia, ni hablar).
Ya no quiero verlos partir, ni verlos llegar.

Miro el mundo desde mi autismo, estoy ausente de todas esas cosas que quería lograr. El amor no debe ser un reto constante. A mí los desafíos me encantan, pero ya estuvo bueno, ¿no?

Ya no quiero creer que hay un hombre mejor, y que el problema es el tiempo, la distancia, los paros de subte, la crisis económica.
Ya no quiero sacarme fotos para colgar en el tender, no quiero caminar por los recorridos de siempre.
Ya no quiero pensar que lo que vos hacés siempre es mejor.
Ya no quiero estar arrepentida porque el tren ya partió de la estación, y a pesar de que estaba en el andén, fui una tarada que prefirió quedarse.


Me muerdo el labio, y poco importa si me lastimo. Me paro, y me voy dándole la espalda al plan magnífico que tenía, ese que no podía fallar. Me alejo llorando, y sé que me ven, y ahí siento vergüenza, pero ya fue, de todos modos no los volveré a ver. Uno se cruza todo el tiempo con gente llorando por la calle, y al rato ya ni se acuerda.

Ya no quiero quedarme, y repito que cuando me voy, no vuelvo más.

Ya no quiero. Ya no te quiero. Ya no los quiero.

Me morí.

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