31 de agosto de 2009

En los '90...

se decía "falopa".

Y una vez, cuando tenía 14 años, estaba de vacaciones con amigas en un lugar de la cordillera, y al chico que me chapé en el boliche, le pregunté: "¿vos te das?".

Igual él era una nabo que para hacerse ver me había dicho que cuando llegara a la casa el padre lo iba a interrogar porque le iba a sentir el olor a "marihuana". Sí, dijo "marihuana". En el momento pensé que me estaba chapando un drogadicto, ahora que pienso, ningún pibe copado hubiera dicho "marihuana" en el '94.

Pero que lindo era. Se llamaba Ariel, y si hago un esfuerzo hasta podría recordar su apellido.

¿blog o no blog?

ahora está gris oscuro y las letras son anaranjadas, pero hoy fue negro por un ratito...

no sé qué colores quiero para el blog, no sé que quiero escribir en el blog...

no sé si quiero un blog...

no sé de qué color soy yo...

hoy me di cuenta de que existe la ciclotimia blogger, en vez de estados de ánimo, mi blog irá cambiando de colores, tipografías, imágenes... y por ahí nunca se queda con ninguna de las opciones...

como yo...

(cuánto punto suspensivo, che!)
n o s e m e o c u r r e n a d a

e s t o y a b u r r i d a d e m í

26 de agosto de 2009

Aterrizaje

Hace poquito viajé en avión. Y descubrí, contrario a lo que creía, que me gusta más el aterrizaje que el despegue. Me da más cosquillas en la panza cuando el avión está bajando a tierra. Esas cosquillas como las que te daban cuando el chico malo del colegio se fijaba en vos. Ese al que nadie conquistaba, ese que era trash, fisura, hablaba poco, pero cuando te decía algo, era eso que estabas esperando escuchar.

Y por ahí sí...

... soy de esas personas que duermen poco.


Sé que insomne no soy.

18 de agosto de 2009

De las pelis

No me gustan para nada las "historias verídicas". No me copa ni un poco cuando una peli empieza o termina con un cartel que dice: "esta película está basada en hechos de la vida real".

TODO está basado en hechos de la vida real, hasta Gremlins podría ser una historia verídica, es más, ¿cómo sabemos que no existen los gremlins?

Además, casi siempre una película que es una "historia verídica" es un golpe bajo, llena de lugares comunes.

Y más me revienta cuando la gente usa ese argumento como un valor agregado:

-"Ay, sí, que linda película esa."

-"Sí, además está basada en una historia real."

¿Además?

En los '90...


Se usaban el verde agua, el rosa viejo y el camel (este último nunca lo pude distinguir)

Clases

Mi papá se está dejando el pelo largo. Su pelo es finito, entonces se hace una colita que queda chiquita. También empezó a aprender a tocar la guitarra, está tomando clases. No sé si las dos cosas están asociadas, pero en mi cabeza me aparecen juntas. Hippie, definitivamente hippie. Se deja el pelo largo y toca la guitarra. Siempre quise que mi papá fuera hippie. Por ahí ahora se me da, aunque creo que él sería un poco hippie chic.

Me cuenta de sus clases. Me cuenta que su profesor de guitarra tiene mal de parkinson. "El rock 'n roll es lo que mejor toca, lo que mejor le sale", dice, y hace la mímica de los deditos en las cuerdas. Terrible.

Al rato agrega: "es como ir a aprender canto con un mudo".

15 de agosto de 2009

Casino Royale

De repente se acercó a la mesa un apostador nuevo que no conocía, nunca antes lo había visto. Hace ya un tiempo que trabajo en el casino, me cansa un poco la rutina, pero sigo adelante porque creo que este es el paso previo a la trascendencia. Algo así como una sensación metafísica, aunque yo no sepa bien qué es la metafísica, aunque mi sensación cambie todos los días.

Era un martes. Los martes viene menos gente a jugar, mucha menos. El salón se ve vacío y pareciera que el ruido de las maquinitas se potencia con el silencio de voces, murmullos y gritos de croupiers. Yo estaba en mi puesto de trabajo, parada al lado de la mesa de la ruleta, aburrida, nadie venía a apostar, entonces comencé a hacer una lista mental de las cosas pendientes, la lista de las compras de súper que sabía que no haría al otro día, porque me conozco, y sabía que al otro día me levantaría tarde, me conformaría con comer unos fideos con aceite y sin queso rallado, ¡por Dios, qué me cuesta comprar al menos un queso rallado!, y preferiría verme una peli antes que desperdiciar mis pocas horas vitales previas al trabajo encerrada en un Coto con música funcional de los '80.
En eso, apareció el apostador con ambas manos haciendo como una canastita que contenía un montón de fichas. "Tengo mucho para ganar y poco para perder", me dijo sin que yo le preguntara nada, sin que ni siquiera le hiciera una mueca. Pensé: "uf, uno al que le gusta conversar". Sonreí de compromiso y le pedí que apostara.

Ahí llegó él, el croupier, El Croupier, Él, (lo escribo así y pareciera que es como un Dios). Hacía varios días que no venía, parece que había estado enfermo. Vestía una camisa a rayas como de señor médico ya entrado en años que ha mandado a sus hijos a la universidad y ahora cada tanto juega al golf, a veces realiza tareas de jardinería, le gusta fumar habanos, y reír con Les Luthiers.

Me puse tan nerviosa que el apostador se dio cuenta y comenzó a mirar para la mesa de black jack, mientras yo me mordía el labio inferior y sentía que las orejas me hervían. Luego, se dio vuelta de pronto hacia mí y empezó a reír a carcajadas. No sé porque se reía así, pero no me dio para preguntar. Me quedé callada y le hice un gesto como de que vuelva a apostar y él puso todas las fichas sobre el 29. Tiré de la ruleta y al tiempo que giraba nos miramos fijamente a los ojos con el apostador, los dos quietos, expectantes. "Colorado el 30", grité con más fuerza que nunca, porque por dentro un poco festejaba que el apostador hubiera perdido por tan poquito. Me había caído mal, me había parecido canchero, sin ir más lejos se me había reído en la cara unos minutos antes.

Se paró. Me dijo: "Disculpame si fui grosero hace un rato". No supe que hacer, quería tirar de nuevo y que ganara, quería decirle que yo en realidad no era así pero que estaba despechada por el croupier de las camisas que no me registra, quería decirle también que ahora que lo miraba bien me gustaba su sonrisa, y que sus manos haciendo canastita me inspiraban ternura. "Todo bien", susurré como una estúpida, mientras pensaba que ya no me interesaba tanto trascender.

9 de agosto de 2009

Atenti

Aparece un hombre en la tele que pasea por Expoarmas 2009.
Cuenta a cámara, muy contento y orgulloso él, que "un arma es una máquina de hacer agujeros". Luego, el señor relata que hasta ha usado las armas para construir un mueble. Sí, para hacer los agujeros usa una carabina 22, "y después ponés los tornillos", agrega satisfecho.
No obstante, un rato más tarde este personaje da instrucciones para reventar a balazos a un delincuente que entra a su casa, a través de las cuales sugiere que lo ideal es llevar al intruso al "lugar más recóndito de la casa y ahí vaciarle un cargador". Pero dice que para evadir a la justicia y ser declarado inimputable, lo que hay que hacer es tomarse unos vasos de whisky y "papotearse" con una buena bolsa de merca.

¿Qué tal?

2 de agosto de 2009

Perfume casino

Es un casino, yo estoy sentada enfrente del croupier que viste una camisa rosa. No me gustan las camisas rosas, pero a él le queda tan bien. Claro, me doy cuenta de que me gusta el croupier. Entonces le quito atención a la jugada, y, obvio, pierdo.
Me voy caminando hasta mi casa porque ni monedas para el colectivo me quedaron. Una vez que empecé a perder no pude parar de hacerlo. No pude bajarme a tiempo. El croupier era muy lindo.
Al otro día pienso que debería robar un banco para poder tener plata para ir a jugar al casino y enamorar al croupier. No me animo, si soy una miedosa. Me voy a caminar por el barrio esperando que se me ocurra otra idea. ¡Ya está!
A la mañana siguiente me presento de punta en blanco en el casino con CV en mano. Les miento y les cuento que trabajé en el casino de Mar del Plata, pero que me vine a Buenos Aires porque quiero ser actriz. Aunque no lo demuestran, sé que se ríen porque dije que quiero ser actriz. ¿Será porque les parezco fea o creerán que no tengo talento? Igual me toman y no me hacen hacer ninguna demostración como barajar cartas o algo así. Creo que los cautivé con mis piernas. Además de punta en blanco me fui vestida con minifalda, soy fea pero no boluda.
Empiezo esa misma noche a trabajar. Me asignan la ruleta, justo, ahora que en mi vida todo es azar. Me ubico atrás de la mesa y me doy cuenta de que no estoy nerviosa. No me importa no saber qué tengo que hacer, he tenido mayores desafíos en la vida. Pero se me hace un nudo en la panza cuando lo veo. Está en la mesa de black jack de al lado y tiene puesta una camisa a rayas como un padre de hijos en edad escolar. Me saluda de lejos sin mucho entusiasmo, como saluda a todos los demás que pasan por ahí.
Me pongo fatalista, pienso que me embarqué en una tarea imposible: conquistarlo. Debe tener novia y seguro que está perdidamente enamorado de ella. Pienso que ella debe ser una estúpida, pero linda.
Llegan los apostadores. Un grupo de tres hombres viejos con muchas fichas en sus manos, y una señora enfundada en un sacón de piel que habla a los gritos y no para de reírse. “Hagan sus apuestas”, grito. Siempre quise decir eso, me creí el personaje.
Mientras la ruleta gira, miro para el costado adonde está él. Tira las cartas y no levanta la vista.
“Colorado el 1”, grito (me gusta gritar, creo que mi personaje de croupier debe hacerlo, pero además pienso que si grito voy a llamar la atención del “black jack boy”). La señora del sacón festeja, se llevó todo. Me alegro por ella.
Pido permiso para ir a fumar un pucho afuera. Apenas prendo el cigarro aparece el croupier, con su camisa rayada, que le queda tan linda como la rosada. Me saluda con una sonrisa. Le pregunto hace cuanto que trabaja ahí y me dice que desde marzo mientras se acomoda la camisa. Nos quedamos conversando y yo espero que no se note mi cara de embobada cuando lo miro. Terminamos el pucho y volvemos al salón mientras yo me pregunto qué camisa vestirá mañana.