2 de agosto de 2009

Perfume casino

Es un casino, yo estoy sentada enfrente del croupier que viste una camisa rosa. No me gustan las camisas rosas, pero a él le queda tan bien. Claro, me doy cuenta de que me gusta el croupier. Entonces le quito atención a la jugada, y, obvio, pierdo.
Me voy caminando hasta mi casa porque ni monedas para el colectivo me quedaron. Una vez que empecé a perder no pude parar de hacerlo. No pude bajarme a tiempo. El croupier era muy lindo.
Al otro día pienso que debería robar un banco para poder tener plata para ir a jugar al casino y enamorar al croupier. No me animo, si soy una miedosa. Me voy a caminar por el barrio esperando que se me ocurra otra idea. ¡Ya está!
A la mañana siguiente me presento de punta en blanco en el casino con CV en mano. Les miento y les cuento que trabajé en el casino de Mar del Plata, pero que me vine a Buenos Aires porque quiero ser actriz. Aunque no lo demuestran, sé que se ríen porque dije que quiero ser actriz. ¿Será porque les parezco fea o creerán que no tengo talento? Igual me toman y no me hacen hacer ninguna demostración como barajar cartas o algo así. Creo que los cautivé con mis piernas. Además de punta en blanco me fui vestida con minifalda, soy fea pero no boluda.
Empiezo esa misma noche a trabajar. Me asignan la ruleta, justo, ahora que en mi vida todo es azar. Me ubico atrás de la mesa y me doy cuenta de que no estoy nerviosa. No me importa no saber qué tengo que hacer, he tenido mayores desafíos en la vida. Pero se me hace un nudo en la panza cuando lo veo. Está en la mesa de black jack de al lado y tiene puesta una camisa a rayas como un padre de hijos en edad escolar. Me saluda de lejos sin mucho entusiasmo, como saluda a todos los demás que pasan por ahí.
Me pongo fatalista, pienso que me embarqué en una tarea imposible: conquistarlo. Debe tener novia y seguro que está perdidamente enamorado de ella. Pienso que ella debe ser una estúpida, pero linda.
Llegan los apostadores. Un grupo de tres hombres viejos con muchas fichas en sus manos, y una señora enfundada en un sacón de piel que habla a los gritos y no para de reírse. “Hagan sus apuestas”, grito. Siempre quise decir eso, me creí el personaje.
Mientras la ruleta gira, miro para el costado adonde está él. Tira las cartas y no levanta la vista.
“Colorado el 1”, grito (me gusta gritar, creo que mi personaje de croupier debe hacerlo, pero además pienso que si grito voy a llamar la atención del “black jack boy”). La señora del sacón festeja, se llevó todo. Me alegro por ella.
Pido permiso para ir a fumar un pucho afuera. Apenas prendo el cigarro aparece el croupier, con su camisa rayada, que le queda tan linda como la rosada. Me saluda con una sonrisa. Le pregunto hace cuanto que trabaja ahí y me dice que desde marzo mientras se acomoda la camisa. Nos quedamos conversando y yo espero que no se note mi cara de embobada cuando lo miro. Terminamos el pucho y volvemos al salón mientras yo me pregunto qué camisa vestirá mañana.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravo Lu...

Lo lei embobada... sabelo.

Besos!

Lau

Anónimo dijo...

seguí seguí!!! quiero saber q camisa llevó el día siguiente!!!! tu lector caribeño...je! aguante pocha!

Aluminé dijo...

gracias por pasarte, lau!! te adoro!

ahí sigue, mi pocho, ahí sigue, mañana volcaré más novedades. te quiero tanto!!

Anónimo dijo...

Me encantó, Lumi! Amo a la señora del sacón y (te lo digo a los gritos)tu personaje de crupier es lo más. (me encanta que GRITEEE!!!)

BesoteS!
Fer.- (your pigment bro)

(me quedo a la espera de la continuashión...)

Aluminé dijo...

Sigue girando la ruleta en el casino.

Pronto avanza el relato, está en el horno, cocinándose a fuego lento.

Besotes para vos de tu pigment sista!!