7 de septiembre de 2008

La vuelta al mundo

El cumpleaños es como un dominó. Causa- efecto constante. El efecto final es este domingo en el que ya pasó. ¿Cómo? ¿Ya pasó? ¿Esto era todo? Uno pasa de ser la estrella del día, de la semana (consideremos que a veces cae en la semana y se hace un buen festejo el fin de semana, tal es mi caso), a ser un NN más. Otra vez domingo, y a repasar la interminable lista de tareas a realizar en la semana. Esa máquina monstruosa que llamamos cotidianeidad, que, mágicamente, había desaparecido en la semana del cumpleaños. Todo era extra cotidiano. Por lo menos para mí lo era.
Recibir regalos, preparar comidas, no ir a trabajar y, en cambio, ir a almorzar en familia. Nada más afuera de mi vida de todos los días. No tengo problemas, todo se puede ver la semana que viene, ahora no, estoy ocupada con el festejo.
Entonces hoy, ahorita, desde mi anonimato, me dispongo a pensar que ceno hoy, preparar mi mochila para mañana, y juntar todas esas facturas que están sin pagar. Ah! y la calculadora, obvio, para sacar cuentas del dinero que me queda para seguir en este mes en el que todo vuelve a ser cotidianísimo.
Y para peor... ¡Con un año más!

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